En mi vida han habido dos grandes “slumps literarios” (cuando hablo de “slumps” no solo es mente en blanco, sino falta severa de ánimo para escribir), y ambos han coincidido con pérdidas de material escrito. En este caso han sido dos de distinto alcance donde el primero de ellos, de mucha mas severidad, se llevo consigo no solo todo lo que había escrito en mis primeros 20 de años de vida, sino prácticamente todo lo material (y mas importante aún, lo emocional que estaba atado a ello) que había logrado recolectar. Recuerdo que fue un martes, 4 de junio si no me falla la memoria, saliendo de una nefasta clase de Computación II cuando recibí un sin fin de llamadas a mi celular: un incendio se había devorado mi apartamento, mas específicamente aún, mi cuarto. En el no solo estaba mi invaluable colección de cedes, sino también mi Canto General de Pablo Neruda repleto de hojas sueltas que engordaban el ya de por sí regordete libro: editorial oveja negra, recuerdo aún. Me lo había comprado mi hermana en la librería del TTC uno cuantos años atrás. Dentro de él habían hojas de cuadernos sueltas, algunas blancas y otras rayas, escritas con lápiz, bolígrafo, pluma, creyón verde, prácticamente con cualquier cosa que rayara. Allí estaba todo, desde mi primer “poema de amor” escrito en 2do año del colegio a mi ahora mejor amiga, hasta el que creo recordar como mejor poema escrito “[...] hay cosas mas importantes que un casette / hay causas para enterrarse una gillete”: así terminaba, escrito en bolígrafo negro sobre una bolsa de papel blanco de la farmacia Los Leones, sin un solo tachón, escrito todo junto una noche mientras me dormía oyendo “Polaroid de la locura ordinaria”. También recuerdo mi graciosa “Oda al chanfles”, vocablo inculcado en todos los venezolanos cortesía del célebre Roberto Gómez Bolaños a través de su más célebre aún personaje “El Chavo del 8”.
Y así como aquellos, innumerables escritos; al comienzo eran solo poemas, pero luego pasé por el ensayo en incluso uno que otro cuento corto, aunque estos estaban en lo que yo llamaba mi “backup”: la PC en la que había transcrito todo lo que mi puño había estampado sobre papel. De ese respaldo solo quedó media carcasa metálica aplastada por los restos de un mueble, en el que irónicamente, estaba el mencionado Canto General junto a una decena de libros que me acompañaban en el cuarto.
Luego de esto, no me quedaron ganas de escribir nada por meses, solo una que otra escapatoria de despecho hasta que escribí un poema “posteado” hace no mucho, escrito entre mediados del 2003 y el 2004. Y a partir de allí fue poco a poco, hasta que hace como un año pude encontrarme nuevamente y retomé el fabuloso hábito de escribir, lo que veo, lo que oigo, lo que percibo, toco, siento, interpreto, imagino.... Hasta que nuevamente la vida se burla de mis dedos sobre el teclado y en un colapso de ceros y unos unido a la urgencia académica por el uso de mi computadora me ví en la obligación: format c: y con ello un nuevo vacío se crea no solo en mi computadora, sino dentro de mí...