11 abril 2007

Ella fue mi frase mas hermosa


Fue una noche especialmente oscura cuando comenzó todo. La fuerte brisa hacia estremecer todo mi cuerpo que por mas que se refugiara en el fondo de las sabanas no podían contener el inclemente frío que invadía la pequeña habitación.

Mi mente vagaba por montones de recuerdos, uno seguido del otro sin encontrar respuestas, ni siquiera preguntas que calmaran tan solo un momento de vacía curiosidad acerca del desvelo. Hacía ya varias noches en que mis sueños se perdían en incongruencias que a pesar de parecer indiferentes tenían algún extraño significado para mí: ya fueran de interminables noches de desierto, errantes, ociosos e interminables paseos en carro, de pequeños incendios aislados, o simplemente de una pálida ventana azul; cualquiera fuera el motivo algo traía en trasfondo, algo quizás incierto, algo por demás imposible de saber, por lo menos para algunos. Y no solo sucedía en las noches, las horas diarias también parecían tener mensajes ocultos, tal vez era mi inconsciente que aun no despertaba, o era mi yo interior que luchaba con el mundo real por ver quien tenía razón, acto que eventualmente perdería mas temprano que tarde una noche de estas. Los desvelos eran algo inquietantes, ya no quedaban recuerdos por rememorar, ya me acordaba de todas las personas que conocía y cuando fue la última vez que les hablé o que las vi., no había canción de medianoche que me negara a cantarla completa o al menos desdibujar un tarareo hilarante al tema que sonaba. Cuantos papeles no llené, algunos con palabras sueltas, con frases cortadas otros, fugaces oraciones con sentido se escribieron en privilegiados trozos de papel, y la nunca ausente lista de nombres pensando que tal vez alguno era la causa de todo. Probablemente uno o dos lo fueron una noche, tal vez de menos aún, a lo mejor solo de 1 o 2 horas, quien sabe, pero indudablemente no era algún nombre que estuviera causando todo esto, la causa estaba mas allá, perdido en una maraña de recuerdos ocultos, pensamientos de todo tipo (desde los mundanos hasta los mas comprometidos con la bienechuría), conversaciones claramente confusas, y uno que otro pedazo de papel regado en cualquier cuarto de la ciudad.

La radio seguía sonando no se porque. Todo el cuarto daba vueltas: las cortinas, los discos, las puertas, los libros ya leídos, la ventana, hasta yo mismo me sentía sumergido en este remolino de pensamientos que al mejor estilo de Tim Burton dominaba la escena, solo que esta vez había un solo personaje, siempre había un solo personaje, o a lo mejor dos si contamos a la constante música que salía de los dos cajones negros que me había regalado mi papá hacía ya unos cuantos años y que aún conservaba en perfecto estado. Un cuento triste entraba por los oídos, pero no solo era el cuento, era el matiz regalado a las líneas de Charles Bukowsky: Fatal desenlace, los grandes cuentos nunca acaban bien, las buenas personas hacen cosas estúpidas y los aprovechadores siempre te sacan ventaja, ¿de eso viven, no?.

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