10 agosto 2007

Cuando uno pierde lo que uno ha escrito



     En mi vida han habido dos grandes “slumps literarios” (cuando hablo de “slumps” no solo es mente en blanco, sino falta severa de ánimo para escribir), y ambos han coincidido con pérdidas de material escrito. En este caso han sido dos de distinto alcance donde el primero de ellos, de mucha mas severidad, se llevo consigo no solo todo lo que había escrito en mis primeros 20 de años de vida, sino prácticamente todo lo material (y mas importante aún, lo emocional que estaba atado a ello) que había logrado recolectar. Recuerdo que fue un martes, 4 de junio si no me falla la memoria, saliendo de una nefasta clase de Computación II cuando recibí un sin fin de llamadas a mi celular: un incendio se había devorado mi apartamento, mas específicamente aún, mi cuarto. En el no solo estaba mi invaluable colección de cedes, sino también mi Canto General de Pablo Neruda repleto de hojas sueltas que engordaban el ya de por sí regordete libro: editorial oveja negra, recuerdo aún. Me lo había comprado mi hermana en la librería del TTC uno cuantos años atrás. Dentro de él habían hojas de cuadernos sueltas, algunas blancas y otras rayas, escritas con lápiz, bolígrafo, pluma, creyón verde, prácticamente con cualquier cosa que rayara. Allí estaba todo, desde mi primer “poema de amor” escrito en 2do año del colegio a mi ahora mejor amiga, hasta el que creo recordar como mejor poema escrito “[...] hay cosas mas importantes que un casette / hay causas para enterrarse una gillete”: así terminaba, escrito en bolígrafo negro sobre una bolsa de papel blanco de la farmacia Los Leones, sin un solo tachón, escrito todo junto una noche mientras me dormía oyendo “Polaroid de la locura ordinaria”. También recuerdo mi graciosa “Oda al chanfles”, vocablo inculcado en todos los venezolanos cortesía del célebre Roberto Gómez Bolaños a través de su más célebre aún personaje “El Chavo del 8”.
     Y así como aquellos, innumerables escritos; al comienzo eran solo poemas, pero luego pasé por el ensayo en incluso uno que otro cuento corto, aunque estos estaban en lo que yo llamaba mi “backup”: la PC en la que había transcrito todo lo que mi puño había estampado sobre papel. De ese respaldo solo quedó media carcasa metálica aplastada por los restos de un mueble, en el que irónicamente, estaba el mencionado Canto General junto a una decena de libros que me acompañaban en el cuarto.
     Luego de esto, no me quedaron ganas de escribir nada por meses, solo una que otra escapatoria de despecho hasta que escribí un poema “posteado” hace no mucho, escrito entre mediados del 2003 y el 2004. Y a partir de allí fue poco a poco, hasta que hace como un año pude encontrarme nuevamente y retomé el fabuloso hábito de escribir, lo que veo, lo que oigo, lo que percibo, toco, siento, interpreto, imagino.... Hasta que nuevamente la vida se burla de mis dedos sobre el teclado y en un colapso de ceros y unos unido a la urgencia académica por el uso de mi computadora me ví en la obligación: format c: y con ello un nuevo vacío se crea no solo en mi computadora, sino dentro de mí...

22 junio 2007

En la cola de Banesco


Tan señorial,
tan distintiva.
Vestida de blanco,
blanco de piel que gustas insinuar...

Yo miro desde atrás,
te observo ir y venir.
Inquieta esperas tu turno,
juegas con su infante,
lo retas a correr rápido,
lo regañas por saltar mucho,
pero tu rostro permanece impávido.
Siempre mantienes tu sonrisa intacta,
tu cabello ni sueña con despeinarse,
tus ajustados pantalones jamás se arrugan.
Pero el "tin" ha sonado,
tu turno es este...
En 37 segundos estas lista para irse.
Cruzas la puerta y te vas,
te pierdes en la multitud.

Jamás me miraste,
no sentí el brillo de tus ojos,
no me llenaste de tu perfume,
ni siquiera me notaste escribiendo esto..

Otró día vendra,
otra vez te miraré,
... y otra vez me inspirarás

20 junio 2007

... pero aún estoy aquí


Ella solía vivir en relativa calma, siguiendo una rutina que no la convencía mucho, pero que al fin y al cabo consideraba era lo mejor para ella y para su hija. Hacia ya 5 años desde que solo vivían ellas dos en casa. Se levantaban, ella la dejaba en el colegio y luego se iba a su trabajo. Salía, la buscaba, comían en casa, dejaba a su niña con la vecina, iba a la universidad y finalmente llegaba a casa en la noche. De lunes a viernes se repetía la misma historia sin mayores sobresaltos. Ella solía pasar sus escazos ratos libres de la noche urgando en internet buscando algo que leer y, cuando se sentía sola y de humor, navegaba por algún chat buscando complicidad en sus antojos. Los fines de semana eran distintos, estos dos días los pasaba normalmente sola, entregada a los libros y a los discos que solía poner sin saber realmente lo que estaba sonando, abstraída en su mundo. Soñaba con volver a nacer, comenzar de nuevo, amanecer un día en otro país, libro en mano y disfrutar que el viento pasara sobre ella por su propia voluntad...


Cuando las noches se cubren de nubes negras y comienza a diluviar sobre la ciudad, el siempre se para frente a la ventana, por unos minutos contempla la lluvia caer, y se dirije a la cocina, prende la estufa y la cubre con una pequeña olla cargada de agua. Al tiempo que esta hierve, busca su taza térmica de aluminio, descubre algún té de su colección (generalmente de menta, sobre todo si sentía frío), coloca un par de terrones de azucar blanca al fondo de la taza, y justo antes de llenarla hasta la mitad con el agua, le coloca una ramita de canela, que mas por el sabor, decía era porque el aroma de la menta junto a la canela era algo indescriptible, solo comparable con la sensación de recibir un beso en la frente, o de contemplar un rostro con una sonrisa de esas que hacen temblar aderezada con unos ojos trashumantes. Una vez tenía su té en la mano, tomaba la computadora y se ponía cerca de la ventana, abría siempre una página en blanco y comenzaba a escribir, a hacer e imaginar...

21 abril 2007

Así te imaginé

Bajo la lluvia, tomando con ambas manos tu taza de té.
Escribiendo en tu ya envejecido cuaderno.
Mirando el escaso cielo oscuro que la ventana te deja ver.
Cantando esa canción que te trae recuerdos.
Bajo esa tierna mirada que destellas en tus ojos…

De pronto tus ojos resplandecen… la ves,
Una tenue estrella fugaz cruzó tu mirada,
Tu tierna mano comienza a dibujar palabras sobre el papel,
Palabras,
Palabras que contaran detenidamente como te sientes

Tu pluma delicadamente rasga letras sobre la hoja.
Se puede ver de que escribes.
Comienzas con un simple cuento, una pequeña historia.
Luego, tú vas siendo parte de ella,
Tú eres la historia.
La historia que comenzaste te tomo como protagonista.

Al final,
Unas pequeñas gotas de sal caen de tus ojos,
Marcan el fin de aquel hermoso y triste cuento,
Tu no lo quieres, pero la nostalgia se apoderó de ti.
Tus negros y profundos ojos se empapan, es el fin.

No puedes dejar de mirar por la ventana,
La noche, la lluvia, la melancolía, ese papel…
Todo parece estar en tu contra, pero ahí estás tú.
Firme bajo la ventana sin caer en el más amargo de los llantos.
Oyendo esa canción que por más que quieras, no puedes quitar.

11 abril 2007

Ella fue mi frase mas hermosa


Fue una noche especialmente oscura cuando comenzó todo. La fuerte brisa hacia estremecer todo mi cuerpo que por mas que se refugiara en el fondo de las sabanas no podían contener el inclemente frío que invadía la pequeña habitación.

Mi mente vagaba por montones de recuerdos, uno seguido del otro sin encontrar respuestas, ni siquiera preguntas que calmaran tan solo un momento de vacía curiosidad acerca del desvelo. Hacía ya varias noches en que mis sueños se perdían en incongruencias que a pesar de parecer indiferentes tenían algún extraño significado para mí: ya fueran de interminables noches de desierto, errantes, ociosos e interminables paseos en carro, de pequeños incendios aislados, o simplemente de una pálida ventana azul; cualquiera fuera el motivo algo traía en trasfondo, algo quizás incierto, algo por demás imposible de saber, por lo menos para algunos. Y no solo sucedía en las noches, las horas diarias también parecían tener mensajes ocultos, tal vez era mi inconsciente que aun no despertaba, o era mi yo interior que luchaba con el mundo real por ver quien tenía razón, acto que eventualmente perdería mas temprano que tarde una noche de estas. Los desvelos eran algo inquietantes, ya no quedaban recuerdos por rememorar, ya me acordaba de todas las personas que conocía y cuando fue la última vez que les hablé o que las vi., no había canción de medianoche que me negara a cantarla completa o al menos desdibujar un tarareo hilarante al tema que sonaba. Cuantos papeles no llené, algunos con palabras sueltas, con frases cortadas otros, fugaces oraciones con sentido se escribieron en privilegiados trozos de papel, y la nunca ausente lista de nombres pensando que tal vez alguno era la causa de todo. Probablemente uno o dos lo fueron una noche, tal vez de menos aún, a lo mejor solo de 1 o 2 horas, quien sabe, pero indudablemente no era algún nombre que estuviera causando todo esto, la causa estaba mas allá, perdido en una maraña de recuerdos ocultos, pensamientos de todo tipo (desde los mundanos hasta los mas comprometidos con la bienechuría), conversaciones claramente confusas, y uno que otro pedazo de papel regado en cualquier cuarto de la ciudad.

La radio seguía sonando no se porque. Todo el cuarto daba vueltas: las cortinas, los discos, las puertas, los libros ya leídos, la ventana, hasta yo mismo me sentía sumergido en este remolino de pensamientos que al mejor estilo de Tim Burton dominaba la escena, solo que esta vez había un solo personaje, siempre había un solo personaje, o a lo mejor dos si contamos a la constante música que salía de los dos cajones negros que me había regalado mi papá hacía ya unos cuantos años y que aún conservaba en perfecto estado. Un cuento triste entraba por los oídos, pero no solo era el cuento, era el matiz regalado a las líneas de Charles Bukowsky: Fatal desenlace, los grandes cuentos nunca acaban bien, las buenas personas hacen cosas estúpidas y los aprovechadores siempre te sacan ventaja, ¿de eso viven, no?.

09 abril 2007

Nuevamente sentado, pensando, esperando...


Nuevamente sentado, nuevo sitio, nuevo día, pero la misma hora y el mismo motivo. La misma fría brisa recorriendo mi cuerpo, una nueva fuente de calor y de esperanza, pero el mismo oscuro resultado: mi cabeza dando vueltas, mi mente en blanco recorriendo “alegres” parajes tratando de animar el cuerpo y el mismo silencio epifánico del teléfono que sé que por nada del mundo será roto.

Tus ensueños ya se hicieron a la mar, encontraron el mejor sitio para reposar hasta el día siguiente caminando en la neblina que disipa el corazón, pero acorralados sobre un río enamorado de andar desconocido. Ese beso de la vida, la sutil melancolía, los espacios donde miras, todo aquello que te desconcierta en tu vida, que descontrola la mía, y que de distinta forma los dos tratamos de eludir, tú por tus nervios e inseguridad yo por cobardía y temor. Al mismo tiempo que mi mirada te intimida y te dice que no, parte de mí muere dentro sabiendo que cuando tu venzas ese miedo a hablarme yo perderé parte de lo que luego de tanto tiempo me he ganado de ti. Pero ya es hora que nos quitemos la máscara, mañana un nuevo sol brillará sobre la ciudad y cuando caiga el fuckin mezzoirno otra historia se leerá y otros sentimientos reinarán, la tarde será menos tranquila, mi pulso subirá mas aún al verte y tus ojos tendrán otra tonalidad y otro brillo al verme. No quiero presagiar nada malo, pero bajo este frío nocturno y envuelto en el humo del cigarrillo que en la punta de mis dedos se sostiene, es poco lo positivo que se pueda pensar…

Recién se dibuja una sonrisa en mi rostro: me llamaste, tuve nuevamente la dicha de oír tu voz…

Acerca de un collar de playa


Piedras entreveradas,
inmiscuidas en un mas que superficial adorno humano,
ignorante de su hipócrita utilidad.
¿Una forma de ganarse la vida?
¿Un hobby? ¿Un entretenimiento? ¿Un pasatiempo?
Una pérdida de tiempo.
Vagabundos errantes que las enredan aun más,
las condenan a esta alicaída vida diaria.

¿Acaso los pájaros comen semillas mortales?
¿Acaso los tiburones digieren peces globos?
¿Acaso los bengalíes engullen cobras?
¿Acaso las inmundas culebras comen escorpiones?

29 marzo 2007

Mentira de un atardecer


Mentira de un atardecer:
glorificado momento de paz.
Algún instante de quietud,
desvanecido por la crueldad de un gesto,
una palabra.


Polaroid de una sonrisa:
sentimiento que la distancia no borra,
solo distorsiona por la bruma del ambiente
cuyas gotas de agua limpian en un instante:
una lente emocionada.


Reflejos en agua cristalina:
poderoso caudal de manantial,
reverdecer de algún árbol marchito,
el piar de las más alborozadas aves,
gozosa selva que en tu nido llevas.


El hombre no es feliz, siempre se lastima



La incansable necesidad de explicar,
el interminable sueño de entenderlo
o el simple hecho de escribir,
sentimentar una hoja blanca.
Brotar lágrimas de puras palabras,
ruborizar el mas pulcro de los espejos.
Siempre, siempre.

Indomable humano incapaz,
inútil vástago de piel.
Inmundo ser de cristal,
la fragilidad te lastima
tu coraza ya no protege,
Se dejó vencer por esto,
por palabras sin filo
letras dibujadas por infantes.
Pero no,
la mente trastornada no,
imposible comprender tonadas azules.
Siempre, siempre.

Alguna razón existe,
todo es por algo.
Nada es gratis en este mundo.
Las letras no deambulan desoladas,
el sentido en ellas no es oculto
La mente lo desenvuelve para sí,
incapaz de ser feliz sin ellas

¿es que acaso cuesta mucho obviarlas?
El hombre no evoluciona,
Siempre, siempre…
Siempre se lastima

19 febrero 2007

No, aún no somos dinosaurios



Venía yo saliendo en un estado agotador, tanto físico como mental, lo cual es lógico cuando se tienen mas de 12 horas en la universidad (y no precisamente perdiendo el tiempo). Luego de notar con mucha extrañeza, que un miércoles a las 8:30 pm hay cola (ruda por demás) en la salida de la universidad, una mala impresión se me vino a la mente, lo cual es lógica por la continua paranoia en la que nos toca vivir a los venezolanos hoy en día. Buscando hacer la cola mas llevadera tomo la brillante idea de encender la radio, para que, como por arte de magia estén justamente en el micro informativo de la 100.7 (casi la única radio capitalina que realmente valga la pena), y peor aún, justo alcanzo a oir que nuestro presidente amenazó con nacionalizar frigoríficos, cadenas de automercados y afines. Esta noticia obviamente no hizo mas que acrecentar mi inquietud de que algo debía haber pasasdo, no había razón para esa cola tan trancada un míercoles con la noche ya entrada.

Pensando en el examen que tenía al día siguiente, mi mente estaba contrariada, sin entender mucho lo que estaba pasando, como si todo aquello no fuera mas que la vida detrás del espejo o algo similar, un agujero en el espacio-tiempo de la ciudad, o un hueco de esos en los que caemos a menudo con nuestros carros que decidió vengarse de su falta de mantenimiento y jugar a hacerle la vida aún menos llevable a los errantes carros que juegan a transitar por la ciudad.

Y todo no quedaba allí, puesto que cuando reaccioné de mi "ensimismamiento" debido a la corneta de un coche vecino, brinque a cambiar de la radio al CD, pensando que allí si podría relajarme y despejar la mente: groso error. Si antes estaba paranoico, ahora mas todavía. Al solo cambiar el equipo del carro a modo CD sonó "Los que están en la calle / pueden desaparecer en la calle / los amigos del barrio pueden desaparecer...", para luego seguir con "Nos siguen pegando abajo", y como postre, el random de mi pionner me pondría "Cerca de la Revolución". Si bien mi mente paranóica fue al extremo, solo temía que para hacerlo peor aún, cuando llegara a mi casa (si es que en realidad iba a llegar) estuvieran pasando "La noche de los lápices" en MeridianoTV. Obviamente no fue así, aunque ver el resumen del sorteo de la Copa América resultó tampoco resultó ser un espectáculo muy grato...

En fin, luego de un baño refrescante y un gustoso y caliente té de menta emanando su aleatorio humo al compas del también humeante cigarro, pude darme cuenta de que todavía no es necesario tomar aquellas canciones de Charly García como himnos, pero sin embargo si se nos hace necesario recordar aunque sea un par de aquellas estrofas que escribió Leon Gieco y que ahora canta mas de uno:

"Solo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente,
Que la reseca muerte no me encuentre
Vacío y solo sin haber hecho lo suficiente.

Solo le pido a Dios,
Que lo injusto no me sea indiferente
Si un traidor puede más que unos cuantos
Que esos cuantos no lo olviden fácilmente."

Solo fue una terrible noche, y afortunadamente el examen del jueves en mañana aparenta haber tenido un final mas alegre...







09 febrero 2007

Una cristalina copa de vino



Una fría lata de cerveza en la mano
aquella mirada perdida en la ventana
viendo un árbol que tanto a buscado
para reconfortarse al ver que no es mas... que la nada.

Observa el reloj indetenible en sus giros,
mientras otros se besan en su entorno
viendo el reflejo en el espejo quebradizo
que predice que todo esto acabará pronto.

El círculo transparente de una copa
con su rojo líquido emanando olores
reflejando en el fondo mas que un simple aroma
que hace que te rías... o que llores.

Zapada e Improvisación


Pasadas las doce, una música cálida y alegre sonaba a la distancia. Al parecer, el se sentía bien con ello, inclusive limitándose a escucharla sin hacer nada mas que disfrutar de las notas que salían del amplificador en concordancia con sabias letras que siempre trataba de asimilar. De vez en cuando echaba mano a un lápiz viejo y mordido que conservaba en un roto tazón de barro que tenia años siendo su portalápices consentido. El papel en el que escribía tampoco era del todo nuevo, pues tenia una esquina chamuscada por algo mas que el tiempo, ya que como el mismo contaba con frecuencia, era la evidencia de que esa ahora disminuida resma de papel blanco, era no solo testigo de primer orden, sino también sobreviviente de un voraz incendio que había ocurrido algo mas de 15 años atrás.

Así podía pasar horas y horas, escuchando y escribiendo alguna que otra palabra: "zapada e improvisación" como el mismo lo llamaba. Palabras muchas veces carentes de sentido, algunas otras no tanto. A veces era solo las letras que oía salir de las cornetas, letras que en muchas ocasiones ya sabia de memoria."Palabras sobre papel pentagramado", así solía llamar a las canciones. Y es que ciertamente eso son, melodías sencillas o complejas que van (casi siempre) al compás de palabras que, una detrás de la otra, también pueden variar en complejidad y en sentido musical propiamente dicho.

Por su cabeza volaban todo tipo de pensamientos, desde los clásicos adolescentes de amor (que nunca pierden vigencia) hasta los problemas existenciales que a todos dejan sin dormir mas de una noche. Pero no importaba que estuviera pensando o porque momento estuviera pasando, al parecer una especie de aura mágica siempre le entregaba la canción que el necesitaba escuchar. Es como si uno estuviera sentado en un viejo bar con una gran rocola, repleta de todo tipo de discos de todas las épocas y todos los del bar (borrachos en su mayoría) fueran llenando la rocola de monedas y peticiones cuasi-aleatorias de canciones, pero con un sentido impresionante, como si cada canción que puso cada uno de los presentes describiera con fiel exactitud un fragmento de la vida de aquel hombre del sombrero gris sentado solo en la mesa del rincón, pero con un orden cronológicamente correcto.

El ocasionalmente hablaba de ese aura mágica, pero sabía que la gente nunca comprendería que realmente era cierto, siempre había una canción para cada momento, inequívocamente -esa- canción estaría sonando cuando el (o alguien) la necesitara. Y así comenzaba a recordar como descubrió que en cada cambio importante de su vida fue descubriendo esas melodías que le hicieron mas llevadera la vida. Se mudó, creció, lo vio, se le incendió, se enamoró, se despechó, se divirtió, la conoció, lo volvió a ver, llegó su buena estrella, nuevamente lo vio y hasta perdió la apuesta de su futuro por mas de veinte puntos, pero siempre hubo una aliviadora partitura que unida a un piano de cola supieron acompañar sabiamente en sabor a veces triste a veces dulce de la vida.